Historia personal
Aníbal Fernando Parera nació en Buenos Aires el 11 de julio de 1970. Sus padres vivían entonces en la ciudad de Paraná (Entre Ríos), el primero de los destinos militares del Teniente de Ingenieros Aníbal Antonio Parera luego de su unión en casamiento con Noemí Esther Melillo en diciembre de 1968. Aníbal Fernando era el primer hijo del matrimonio y los nóveles padres decidieron, para recibir al niño, contar con la experiencia y abrigo de la abuela materna en Buenos Aires. Aníbal Fernando vería la luz en el Hospital Militar Central (Barrio de Belgrano) y pocas horas después todos estarían instalados en la calle Tonelero del barrio de Liniers, donde moraba Rosalinda Ruzzi viuda de Ángel Melillo, la "abuela Chichí".
Su infancia transcurrió cerca de los cuarteles y en barrios militares. Por sobre todas las cosas, cerca de la naturaleza, que desde pequeño manifestó deseos de explorar. Sus padres lo alentaron a ello, con excursiones de caza y pesca, que eran más bien de observación y curiosidad por todo lo vivo y una especial inclinación de todos los integrantes de la familia por los escenarios naturales y el "campamentismo".
Desde temprana edad, su madre alentó la autosuficencia e independencia en el caracter de sus hijos. Aníbal Fernando interpretó aquello, acaso, como un estímulo para hacer viajes "por la suya". Cualquiera se sorprendería del desprendimiento de Noemí, al dejar que su hijo emprenda un viaje en solitario a la lejana Tierra del Fuego cuando todavía no había cumplido sus quince años...
Miro para atrás y todavía me sorprendo de haber hecho aquel viaje, subiendo en Comodoro Rivadavia a un viejo avión de LADE con paradas en cada pueblo patagónico, durmiendo en un Hostel que encontré a la pasada en las afueras de Ushuaia, haciendo dedo por la cordillera fueguina, para instalar la carpa entre las lengas al costado de un arroyito del que obtenía el agua para tomar... Allí fue que perdí el miedo a la oscuridad y disfruté "en solitario"...
Al finalizar aquella etapa de aventuras familiares había recorrido una buena parte de las provincias argentinas, porque los destinos militares de su padre atravesaron el país varias veces: Paraná, Río Gallegos (donde nació Mariel el 17 de febrero de 1972), Buenos Aires, Santiago del Estero (donde nació Daniela el 12 de septiembre de 1981), Comodoro Rivadavia y Curuzú Cuatiá, donde terminaría la escuela secundaria. Había ganado una clara vocación por la naturaleza y, en especial, por los animales. Aquellos eran tiempos sin internet, computadoras ni celulares, de manera que, para satisfacer su curiosidad, leía todo material impreso que encontraba a su alcance.
Aníbal cuenta que cierto día de comienzo de los años ochenta, en Santiago del Estero y al pasar por un kiosco de revistas de regreso de la escuela, se encontró con un fascículo de grandes letras verdes en la tapa "La Aventura de la Vida". El primero de la colección del naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente. Sus padres accedieron a comprarlo, venía con las tapas para encuadernar el conjunto de los diez primeros fascículos... ¡Y serían cien..! Aquello era una colección monumental, casi inimaginable para un niño de apenas once años... En casa, comenzó una lectura que, de inmediato, lo trasladó a los bosques del Canadá, en la taiga, donde comenzaba aquella "aventura"... En sus primeras páginas, la presentación de la obra estaba a cargo de un naturalista argentino: Francisco Erize, quién lucía un sombrero explorador y portaba un extraño fusil en la foto del prólogo... ¡Era su cámara fotográfica..! y parecía viajar en bote en un entorno de selvas sudamericanas.
Desde entonces, los fascículos de "La Aventura de la Vida" se esperarían, cada semana y con ansiedad, en el tercer piso de los monoblocks que alojaban varias familias de militares. Lo notable sería era que los sábados al mediodía, el mismo Erize estaba en la televisión, donde presentaba documentales sobre la fauna mundial en su programa "El Maravilloso Mundo de los Animales", en tiempos en que rara vez podía verse algún material así de la Argentina.
Pronto, además de leer, se inclinó por dibujar y, más tarde, especialmente por escribir. Simulaba informes en cuadernos, acompañados por garabatos de animales en posiciones copiadas de alguna foto, primero y luego escenas imaginadas, eso sí, siempre "posibles".
Eso debo haberlo copiado de papá, a quién le gustaba escribir y publicar crónicas en algunos medios de difusión. Se me habrá pegado aquello de contar cosas de manera escrita. Tenía catorce años cuando apareció mi primer "proto-artículo" publicado, que parecía reunir todas mis inquietudes, ya que el breve texto abordaba un caso que acababa de descubrir en nuestros viajes de pesca en familia al interior de la provincia del Chubut, mientras papá cumplia con su destino militar en Comodoro Rivadavia. Era la amenazadora presencia de unos animalitos llamados visones, pequeños pero feroces carnívoros que se habían escapado de granjas de cría en la zona de Cholila, donde habían llegado con destino de peletería. Se adaptaron a los ríos y lagos patagónios y parecían imparables. Estas pequeñas fieras eran capaces de dar muerte incluso a los grandes cauquenes o avutardas.
Creo que papá se sorprendió por el interés que puse en el caso, había conseguido filmar unos ejemplares -que en verdad costaba adivinar en la cinta de una cámara AGFA a carrete que la familía manejaba en los viajes- y me lancé investigar sobre el asunto, en visitas al museo local y consulta en la biblioteca de la escuela. Más tarde escribí un resumen, que él encontró, debió haber aprolijado un poco, para luego enviar, sin que yo lo supiera, a "Tiempo Argentino" (un reciente periódico de alcance nacional). Era el año 1984 en Comodoro Rivadavia. Más tarde, simplemente se limitó a mostrarme el artículo impreso. Ahora imagino cómo habrá realizado aquellas gestiones para que el artículo salga publicado y la espectativa que habrá puesto para que el ejemplar no escape de sus manos... (¿Con la complicidad del kiosquero?). Sería una gran sorpresa para mí… Debo reconocer que lo fue, me creció una sensación de orgullo, acompañada, en aquel caso, con una pequeña decepción... debajo de mi nombre decía “catorce años”…
Al finalizar la escuela secundaria en Curuzú Cuatiá (provincia de Corrientes), publicaría su primer artículo "científico" comunicando la aparición del ave del sol o ipequí (Heliornis fulica), en el arroyo Curuzú Cuatiá y el río Miriñay, detectado en una excursión con su amigo del colegio secundario Guillermo Stamatti. La separata de una hoja simple constituyó, en sí misma, el número inaugural (1) de la Serie Nótulas Faunísticas, un flyer científico editado por el Dr. Julio R. Contreras, con quién mantuvo un intercambio de cartas manuscritas previas al artículo.
La aparición de aquel artículo contribuyó a la decisión de ingresar a los estudios de Biología en la Universidad de Buenos Aires, carrera que compatía en interés con la de "guardaparque" y la idea de convertirse en veterinario de animales salvajes. Su madre lo venía alentando a oir la vocación de una manera existencial y más allá de cualquier pronóstico de futura prosperidad laboral o económica.
Se trasladó entonces a Liniers, donde lo esperaba un cuarto acondicionado para su alojamiento en casa de la abuela. Al mismo tiempo, su padre daba fin a su carrera en el Ejército Argentino, con "pase a retiro" voluntario. Este último había decidido volver a su Paraná natal, con Noemí y las hijas todavía en edad escolar, para arrimarse a su madre y abuela, María Luisa Ferro de Parera, ya entrada en años y precisando tener a los suyos más cerca.
Pero antes de iniciar su carrera universitaria y durante sus últimos meses en Curuzú Cuatiá había irrumpido en su vida un elemento fundamental, que lo acompañaría por largos años y ejercería una influencia importante en su carrera: su primera cámara fotográfica profesional.
Era una Praktica MTL5b, que comenzó a usar con película negativa normal, practicando obturaciones y tiempos de exposición con una planilla de registro doblada en su bolsillo. Su experiencia en fotografía tenía como base un curso de “Fotografía Básica” realizado en el FotoClub de Comodoro Rivadavia, con 13 años de edad (el alumno más joven de la clase). Aprendió teoría básica, técnicas de encuadre, exposición y revelado.
Con la nueva y poderosa herramienta en mano, pronto llegarían los primeros rollos de diapositivas (al comienzo, sin dinero suficiente para comprar rollos de calidad, se conformaba con película “vencida” y de cualquier marca disponible). Llegarían los primeros lentes adquiridos de segunda mano en los comercios de calle Libertad en Buenos Aires. El Takkumar 135 mm, un Tokina 24 mm y un temible Mamiya 400 mm con rosca adaptada, con imposibles 9 metros de distancia mínima de enfoque y 6.3 como abertura de diafragma básica, un fierro y un caño a la vez… ¡al que consiguió colocarle un duplicador marca Tamrom…! Bastante más adelante, llegarían los cuerpos, también usados, Nikon FM y FM2 (manuales) y un rústico pero mucho más aceptable teleobjetivo 300 mm de la misma marca.
Durante su tiempo de estudios en Buenos Aires, ingresó como voluntario en la Fundación Vida Silvestre Argentina, donde un día se cruzó, en el ascensor, con el Director General: era Francisco Erize, el mismo del fusil fotográfico y las presentaciones en televisión durante su infancia. La mano y la bienvenida a la institución fueron como un bálsamo de vocación. El el sexto piso de calle Defensa asistió una tarde a una charla sobre "Gestión para la Conservación", que profesaba Juan Carlos Chebez, en su rol de coordinador del Grupo de Voluntarios en Gestión de Áreas Protegidas (Genan), del que él mismo pasó a formar parte con su entonces inseparable amigo de la facultad Mariano Masariche. Juntos, cursaban el Ciclo Básico Común (CBC), un reciente experimento nivelador de la universidad mentada como más importante del país, al menos en ciencias básicas.
No era difícil dejarse convencer por Chebez, quién impulsó a ambos jóvenes a lanzarse en la búsqueda de una espece tan fascinante como amenazada: la nutria gigante (Pteronura brasiliensis). Descubrir su situación actual en la Argentina, sería su ocupación y desvelo durante los próximos años. Consiguió algunos apoyos, primero de la misma fundación, luego de la Dirección Nacional de Fauna Silvestre (con Jorge Cajal como Director Nacional), de FUCEMA (Fundación para la Conservación de las Especies y el Medio Ambiente). Finalmente de la Sociedad Zoológica del Parque Zoológico de Lincoln (Chicago), gracias a los buenos oficios del biólogo Claudio Chehébar, coordinador para Sudamérica del Grupo de Especialistas en Nutrias de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), del que terminó siendo parte por esos años.
Las campañas se centraron en Corrientes y Misiones, en esta segunda provincia en compañía de Andrés Bosso, sumando el apoyo de la Fundación Iberá (Corrientes), de la que se convirtió en consejero científico y de la Administración de Parques Nacionales (APN). Sin embargo, la nutria gigante parecía haber desaparecido recientemente, sólo se encontraban algunos rastros antiguos y los testimonios de personas -generalmente mayores- que la habían conocido o cazado años atrás. Luego de varias contribuciones en congresos y reuniones científicas, dedicó su tesis de licenciatura a la ecología del lobito de río (Lutra longicaudis). Las conclusiones sobre la situación de la nutria gigante en Argentina se publicarían en un artículo de la revista Naturaleza & Conservación, bajo el título: "La nutria gigante en la Argentina, rastros de una extinción reciente".
Al graduarse como Licenciado en Ciencias Biológicas en diciembre de 1993 ya estaba casado con Silvia de la Fuente y Aníbal Andrés, primer hijo del matrimonio, contaba con poco más de un año de vida. Por entonces escribía algunos artículos en revistas, con las fotografías que traía de sus campañas al norte. Había obtenido su primera computadora como pago inicial de su primer contrato de trabajo. La misma que le serviría para cumplir con la LV&D Sistemas (Juan Xavier Gruss), para la elaboración de los contenidos de una enciclopedia visual sobre la fauna argentina en formato CD Rom. Su responsabilidad particular en el marco de aquel proyecto serían los mamíferos. Otros biólogos y naturalistas tendrían a su cargo otros grupos zoológicos. Sin embargo, "Mamíferos" no sólo fue el primero sino también el único de los tomos que llegarían a ser publicados. Conservaría, sin embargo, los derechos para convertir aquellos textos sobre los mamíferos de la Argentina en un libro, un proyecto que quedó latente.
Al concluir sus estudios universitarios el director del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia Dr. José María Gallardo, lo respaldó para obtener una Beca de Iniciación a la carrera científica oficial del país en el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Gallardo lo había albergado como adscripto a la División Mastozoología, para ocupar el laboratorio de mastozoología, donde realizaba análisis de excrementos de lobito de río para evaluar su dieta. Al mismo tiempo, decidió no dejar pasar la oportunidad de concursar un cargo para Coordinador del Programa Refugios de Vida Silvestre en Vida Silvestre, cuya convocatoria, en un papel que pegó en paredes y ascensores de la facultad, trajo Santiago Krapovickas, otro de los activos colaboradores de la fundación.
Ambos cargos eran de dedicación exclusiva y resultarían incompatibles. Era uno o el otro. El primero lo llevaría por el camino de las ciencias, el segundo por la senda directa de su aplicación en la gestión para la conservación de la naturaleza.
Llevaba ya tres meses de trabajo el frente de los refugios en la fundación, cuando recibió la noticia de la aprobación de la Beca. ¡Ese año se aprobaron solamente 11 becas para biólogos en todo el país..! De cualquier manera, ya acomodado en el trabajo de la ONG, decidió rechazarla y afrontar el disgusto personal que no le ocultó el Dr. Gallardo, quién perdía becario en tiempos de "vacas flacas".
Aquella fue una decisión dificil, por que eran dos caminos muy diferentes y debía optar por uno: el de la "gestión para la conservación" en el ámbito privado o el de la "investigación", que en definitiva era para lo que me venía preparando la universidad. Sería una decisión de vida. Escogí la primera, acusé el reproche de mi profesor y, a partir de allí, transité por largos años la causa de la conservación de la naturaleza. Lejos de considerar malogrado mi esfuerzo universitario, la vida me iría mostrando que la preparación académica sirve para muchas cosas más de lo que en principio puede parecer.
En los próximos diez años se desempeñó en la Fundación Vida Silvestre Argentina, cuya dirección estaba en manos de la docente Cristina Abaca y, en el área de Conservación, bajo el comando directo de su director el ingeniero agrónomo Alejandro Serret. En el programa de refugios de vida silvestre su compañero era el biólogo Ricardo Banchs, con quien compartió viajes y proyectos. También, un modo de ver la conservación de la naturaleza, a través del uso sustentable de los recursos naturales, que por cierto resultaba bastante novedoso en aquellos años. Por entonces la fundación era dueña de un slogan que rezaba: "Dios creó al zorro para ayudar al hombre, no para vestirlo". Sus proyectos revisarían profundamente estos conceptos.
Entonces, la mayor parte de sus iniciativas tenían que ver con aquello: el aprovechamiento de yacarés a través de un sistema de rancheo en el Chaco (con Eduardo Boló Bolaño en el Refugio de Vida Silvestre "El Cachapé"), el aprovechamiento de guanacos para su uesquila en vivo (con Juan Lucas Fabiani en "Cañadón del Duraznillo") o el desarrollo ecoturístico de espacios naturales como "Los Morrillos" (con Esteban Nougués, en San Juan), "La Aurora del Palmar" (con Raúl Peragallo en Entre Ríos), "Yacutinga" (con Charly Sandoval en Misiones), "Lago Esperanza" (en Chubut) o "Los Barrancos" (Córdoba), entre otros veinte proyectos y escenarios del país, que recorría en varias oportunidades. En una segunda etapa de este programa, su compañero de trabajo sería otro joven biólogo, Diego Moreno.
Más tarde tomaría a su cargo otros roles en la institución, incluso vinculados a las relaciones públicas y la comunicación, terreno en el que venía prosperando en su actividad independiente como periodista de la naturaleza. Con decenas de artículos y columnas de opinión que aparecían con su firma en revistas como Viva (Clarín), Descubrir, En Vuelo (Aerolineas Argentinas), First (tarjeta de crédito Diners), Caras, Weekend, Noticias, A-Z Diez, Super Campo, Chacra, Tiempo de Aventura, Sojourn, National Geographic en Español. En 1997 recibió el premio "Pirámide de Plata" en reconocimiento a esta labor, otorgado por la Fundación Académica de Artes Visuales y el FotoClub de Buenos Aires.
Fue coordinador del Programa Pastizal Pampeano tomando como desafíos columnares el desarrollo de una iniciativa regional de conservación de pastizales que incluyera a Uruguay y Brasil y, por otro lado, ampliar la estrategia de conservación de su especie emblemática, el venado de las pampas (Ozotocerus bezoarticus) al terreno nacional, incluyendo acciones en San Luis (para crear un parque nacional), Corrientes (para revisar el estado de una especie recientemente "redescubierta" en la provincia, de la que casi nada se sabía y, poco más tarde, promover la traslocación de ejemplares a sitios seguros para ampliar sus dominios) y en Santa Fe (para diagnosticar su aparentemente grave y poco conocida situación).
En el primer aspecto lanzó la iniciativa de valorizar sitios de importancia regional para la conservación, obtuvo recursos de la Fundación Kaplan (Nueva York) para el desarrollo de dicha propuesta y convocó a un concurso abierto para coordinar dichas actividades, cuya responsabilidad recayó en los biólogos David Bilenca y Fernando Miñarro, quienes trabajaron en la selección y gestión de las Áreas Valiosas del Pastizal (AVP).
En el segundo aspecto, promovió un plan nacional de conservación para la especie, para lo cual convocó a expertos y autoridades nacionales de fauna silvestre en General Lavalle (Buenos Aires), lanzando al mismo tiempo la proclamación de la misma como "Capital" del Venado de las Pampas. Lideró acciones en materia de investigación y conservación de los venados en San Luis, coordinando acciones con el INTA a través del ingeniero agrónomoo Néstor Maceira; en Corrientes, aportando un diagnóstico actualizado luego de visitas, encuestas y sobrevuelos en avión y helicóptero (con Alejandro Vila y Diego Moreno, respectivamente) y convocando a un equipo multidisciplinario para evaluar una posibilidad que venía pergeniando con sus compañeros y el correntino Alberto Ansola: fundar una nueva población de venados en San Alonso, la estancia que la familia de éste último, había vendido a Douglas Tompkins (el filátropo americano que desembarcaba en la provincia de Corrientes para adquirir tierras en la zona de los esteros del Iberá). La idea había surgido al cruzar los problemas crecientes que parecían asfixiar la población del valle del Aguapey con la oportunidad emergente en San Alonso, donde los nuevos administradores avizoraban una progresiva erradicación del pastoreo vacuno.
Cuando en la FVSA la prestigiosa revista Vida Silvestre, por muchos años conducida por Roberto Rainer Cinti, se quedó sin liderazgo, el biólogo Javier Corcuera -director de la fundación- lo invitó a tomar el desafío de dirigirla. A fines del 2001 abrazó este trabajo con entusiasmo, dispuesto a revisar tanto el estilo como la condición gráfica de la publicación.
Fue como ingresar a un mundo nuevo, con aprendizaje a cada momento. Edición de textos y fotografías, fotocromía, composición y diseño gráfico, y conceptual, gestión de artículos, trato comercial con auspiciantes y proveedores, gestión de la información. Hacer una revista, en todas sus partes, era como tener un hijo nuevo cada tres meses. Me aportó herramientas poderosas y aprendí cosas que más tarde conseguiría aplicar con entusiasmo en nuevos proyectos.
Confiando en nueva imprenta y renovado equipo de diseñadores (había escogido al estudio "Liebre de Marzo", con Alejandro Cácharo y Florencia Duëck), creó secciones originales, modulares, llamativas, breves y coleccionables, cambios que fueron perdurables la publicación y abarcaron desde su renovada tapa hasta la incorporación de un "eje temático" en cada número.
Al frente de la revista pasaría días enteros en el estudio de diseño y visitaría los talleres gráficos de imprentas. Su apuesta fue total y el resultado de la publicación, con secciones que se evidenciaron en el primer número de la nueva etapa, fueron recibidas con gran aceptación por parte del público que hasta entonces era la masa de socios de la fundación, pero impulsó su distribución a los kioscos de revistas.
Sus nuevas secciones fueron:
- Del escritorio al campo (un coleccionable central con dibujos originales encomendados a artistas reconocidos como Gustavo Carrizo y Marcelo Canevari).
- Galería fotográfica, convocando a autores externos y promoviendo un concurso fotográfico.
- Aventureros por naturaleza (un biografía corta de naturalistas, mayormente actuales, con un dibujo orginal "puesto en escena", donde no faltaron obras exclusivas de Aldo Chiape o Gustavo Carrizo).
- La infografía: encomendada expresamente al infógrafo profesional Marcelo Regalado.
- El viejo volante "Notioso", incorporado como renovada sección adaptado a la revista.
- De Museo, con el rescate de una vieja fotografía de archivo relacionada al eje temático del número.
Realizó seis números (79 a 84), en poco menos de dos años (2002-2003), para dejar la publicación en manos de su compañero Claudio Bertonatti. Le tocaba entonces incorporarse como funcionario del estado argentino a la Administración de Parques Nacionales (APN) como Director Nacional de Conservación). Un cargo que solo pudo desempeñar por corto tiempo (dos intensos meses), dbido ebido al cambio de rumbo en la gestión política del organismo cuando el presidente de la república Néstor Kirchner desalojó a los funcionarios que respondían al por entonces vicepresidente Daniel Scioli, el 20 de agosto de 2003.
En el año 2002 y luego de un período de cinco años de trabajo junto a Francisco Erize, el Ateneo había publicado el libro en el que había venido trabajando en silencio durante los últimos años: "Los Mamíferos de la Argentina y la región austral de Sudamérica", con fotografías de Francisco Erize y unos cuarenta fotógrafos más, dibujos de Aldo Chiappe y Larry Foster, prólogo del Dr. Oliver Pearson (Universidad de Berkeley, California) y aportes de prestigiosos colaboradores: Andrés Bosso (corrección de estilo), Javier Pereira y Natalia Fracassi (revisión de información bibliográfica y aportes técnicos) y Juan Carlos Chebez (revisión de mapas de distribución geográfica).
La base de ese trabajo de casi quinientas páginas eran aquellos textos realizados para LV&D, ofrecidos a la editorial El Ateneo, que decidió incorporar el título a la colección "Patrimonio Natural", entonces dirigida por el naturalista Francisco Erize. El libro tendría una importante recepción, presentado en el salón del centro porteño de la Sociedad Rural Argentina, aplaudido por la crítica y más tarde reconcido con el premio "Conservar el Futuro" de la Fundación Parques Nacionales.
Francisco Erize abrazó el desarrollo de este libro con gran dedicación. Nos reuníamos en su casa por largas horas para pensar y repensar las propuestas de edición. Tuve que escribir sobre ocho especies adicionales, porque teníamos cien y él, como conocedor que era de la fauna argentina y aportando su criterio editorial, sugirió aportes para completar mejor el espectro. Además de promover la incorporación de comentarios sobre otras sesenta especies que permitirían llamar a nuestro libro "de la región austral de Sudamérica". Francisco hacía una primera selección de las imágenes de nuestros archivos personales (mucho más abundantes y mejores las suyas que las mías), para luego convocar a otros autores para cubrir faltantes, algo que nos llevo muchos meses, hasta completar el volumen. Conseguimos material en Estados Unidos, Alemania, Chile, Brasil... Las diapositivas eran luego procesadas por Enrique Limbruner, que escaneaba las diapositivas y las retocaba de acuerdo a su criterior. Pasábamos horas con él, frente a la pantalla de su computadora, criticando y ajustando el material.
Cuando ya no había más caso para conseguir fotografías de especies realmente difíciles, como la endémica comadrejita patagónica o la rata de las tacuaras, terminamos por encomendar pinturas originales a Aldo Chiappe, que tuvo la deferencia de acompañarnos. Fue un trabajo ciclópeo, en el que Erize, Chebez, Pereira y Fracassi aportaron gran esfuerzo y conocimiento".
(lo que sigue, en construcción)...
Incursionó en el ámbito de la producción rural sustentable asesorando empresas y gobiernos de la región, liderando procesos de certificación de carnes procedentes de esquemas de ganadería sustentable para la región de las pampas del Cono Sur y una política gubernamental de incentivos a la conservación de pastizales naturales para productores rurales.
Fue Director General de la Fundación Vida Silvestre Argentina (representante del Fondo Mundial para la Naturaleza-WWF en la Argentina), entidad en la que se desempeñó por espacio de diez años. Fue Director Nacional de Conservación de Áreas Protegidas para la Administración de Parques Nacionales por un corto periodo en 2003. Se desempeñó como Director de la Revista “Aves Argentinas: Naturaleza y Conservación” (Asociación Aves Argentinas) y como Coordinador Regional de la Alianza del Pastizal (BirdLife International) por siete años.
Como experto independiente, coordinó equipos de tareas en proyectos de cooperación internacional (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Global Environment Facility) y asesorando empresas privadas en materia de producción y desarrollo sostebible, particularmente en creación y gestión de espacios de naturaleza protegida e evaluaciones de impacto ambiental.
Más recientemente, desde su residencia en la provincia de Corrientes, a escribir y producir libros ilustrados de perfil geográfico, a la fotografía de naturaleza y el asesoramiento en temas medioambientales.